Carmen Cabello es conocida en Écija por haber sido ATS y por ejercer como presidenta de la Asociación de Amas de Casa Augusta Firma durante más de 30 años. Pero antes de llegar a Écija Cabello ejerció durante 20 años (en las décadas de los 50 y 60) como matrona rural en un pueblo de la sierra cordobesa, Villanueva de Córdoba. De allí es el padre de la autora, Elisa Ana García Enri, y de ahí la relación entre ambas, pues Carmen ayudó a nacer a su padre.
Fruto de esa amistad y de muchas tardes de conversación nace el libro Cosas y casos de una matrona rural, que es una biografía novelada de esa etapa de la vida de Carmen Cabello. A lo largo de sus páginas se entrecruzan anécdotas profesionales con vivencias personales de esta mujer, que además luchó con los medios de que disponía para dignificar la posición de las mujeres del que fue su pueblo durante 20 años.
Asimismo, el libro ofrece al final de sus páginas una conversación entre la autora y la protagonista de la historia a modo de epílogo, en el que se aportan datos más personales y particulares sobre sus años como profesional de la enfermería y como garante del movimiento asociativo femenino ya en Écija.
Este libro ahonda en la labor de las parteras de las zonas rurales en los años 50 y 60. El punto de partida es la biografía de Carmen Cabello, pero ésta se convierte en la excusa para trazar un retrato de época sobre la vida de nuestros padres y abuelos, de unas gentes obstinadas que supieron salvar las adversidades para mejorar y superarse. Un ejemplo de sacrificio y tenacidad para las nuevas generaciones.
Es también la historia de un sinfín de mujeres valientes. De mujeres que se enfrentaban a la maternidad, a la gestación, al parto, sin más información que la que las parteras les podían ofrecer con sus manos y su experiencia.
Con gran asistencia de público, la presentación del libro se convirtió en todo un éxito. Alrededor de 130 ejemplares vendidos sólo en el día de la presentación. Asimismo, aquellos que quieran adquirir el libro pueden hacerlo en las librerías de Écija. Concretamente en Rincón Lector La Galatea, en Papelería Serrano de la calle Miguel de Cervantes, en Librería El Carmen de la calle San Juan Bosco, en Papelería Beatriz y en Librería Bersabé. Los beneficios obtenidos con la venta de ejemplares irán destinados en su integridad a Cáritas de Écija.
Para los más familiarizados con la Red, destacar que el libro también puede comprarse a través de Internet en la página www.libreriacirculorojo.com así como en las plataformas de librerías digitales www.librosbajodemanda.elcorteingles.es , www.readontime.com , www.compartelibros.com , www.libros.elmundo.es
Tras la presentación en nuestra ciudad, la autora y la biografiada llevarán su libro también a Sevilla, donde se presenta el viernes 8 de febrero en el Ilustre Colegio Oficial de Enfermería de la capital hispalense. Asimismo, el libro se presentará en Villanueva de Córdoba sobre el mes de marzo.
Para resumir, y como reza en la contraportada del libro: La historia de Carmen Cabello es fascinante por ser sencilla e intensa a la vez. Su sencillez radica en que simplemente ha hecho con su vida lo que deseaba, cumpliendo todos y cada uno de sus objetivos con paciencia y nobleza. Su intensidad es fruto de, precisamente, haber convertido sus rutinas en un grito de libertad sin dar voces, en una lucha por llevar a las mujeres al sitio en el que deben estar: en todas partes y con plenos derechos sin que ello haya supuesto para ella, aparentemente, esfuerzo alguno.
La autora.
Elisa Ana García Enri nació en Sevilla en octubre de 1976.
Es Licenciada en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sevilla. También ha cursado estudios de Ciencias Políticas y Sociología en la Università degli Studi di Genova (Italia).
Comenzó su andadura profesional hace más de una década en la Escuela de Prácticas de ABC de Sevilla y desde entonces ha ejercido el Periodismo como jefa de informativos de Cadena SER Andalucía Centro, como redactora de informativos de radio y televisión en Canal Sur Córdoba, o como responsable de prensa del Ayuntamiento de Écija, entre otros.
Esta biografía sobre su amiga Carmen Cabello es su primera obra editada
12/03/2010 - Ana Rodil / El Progreso (Ribeira Sacra)
PREGUNTA: Creo que se considera una mujer afortunada por la vida que le tocó vivir.
RESPUESTA: Me considero una privilegiada. Primero porque nací en una familia de ocho hermanos que nos queremos mucho y donde nunca hubo dinero pero no faltó la alegría. Además, mis padres siempre fueron gente muy avanzada y mi padre quiso darnos a todos los hijos la oportunidad de estudiar. Él creía que eran las mujeres las que más debían esforzarse en estudiar, porque decía que a los hombre siempre les quedaban otros trabajos más físicos pero que nosotras debíamos estudiar.
P: Y decidió hacerse matrona.
R: Más o menos. Yo creo que me influyó que mis padres siempre habían acogido en casa a mujeres embarazadas que tenían problemas en su hogar. Después un tío mío me explicó que en Madrid tenía la oportunidad de convertirme en matrona así que no me lo pensé y me fui a la capital. Cuando terminé los tres años de formación me quedé un año trabajando allí, pero la morriña pudo conmigo y me vine a Galicia en cuanto pude. Primero conseguí una plaza de Asistencia Pública Domiciliaria (APD) en Sada y luego me vine a Monforte donde combiné el trabajo en un Centro Maternal que había en la ciudad con el de APD. Era como la matrona de la zona y me desplazaba a los domicilios para llevar los partos.
P: Eran tiempos muy diferentes.
R: Y tanto. Era una época marcada por las postguerra en la que predominaba la escasez de casi todo. Había que ir por caminos de tierra para llegar a las casas, unas veces en moto y otras a pie, alumbrando con antorchas de paja. En las viviendas sólo había luz de candil y las mujeres querían parir encima de la artesa porque tenían la cama limpia para después y probablemente no tenían otras sábanas. En un día podías atender treinta partos y había que ir a todos los pueblos de Monforte, a Quiroga e incluso a O Courel.
P: ¿Era habitual encontrarse a una matrona tan joven?
R: Para nada, eso incluso me causó algún contratiempo. Creo que la gente cuando pensaba en las matronas se imaginaba a una mujer mayor, gorda y con un moño. Recuerdo que una vez en Sada llegó un hombre preguntando por la matrona Blanca García y cuando salí yo no se lo creía. Pensó que le tomaba el pelo y que la matrona tenía que ser mi madre. Tuve que enseñarle mi documentación para que me creyese.
P: ¿Llegó a pasar miedo?
R: Algunas veces. Al principio cuando podía llamaba a un taxi. Pero después, me animé a comprar un coche. Un día se estropeó cuando volvía de Seonae y estuve allí cerca de una hora esperando a que pasase alguien. Vino un camionero y la arregló pero me recomendó que una señorita tan joven no debía andar sola por la noche. Cuando le expliqué que era matrona y venía de atender un parto mi pidió mil disculpas. Creo que al principio pensó que me dedicaba a otros menesteres. Al final, hasta fue gracioso.
P: ¿Cómo era un parto?
R: Por un lado, había el problema de los medios. En alguna casa no podías pedir dos toallas porque no las había. Además, no existían las ecografías y todo se hacía a través del tacto.
P: Había que convivir con las costumbres y las creencias.
R: Eso era el caballo de batalla del día a día. Había zonas en las que a las embarazas les ponían un ungüento de aceite, porque creían que así dilataban antes y después, cuando llegaba la matrona, aquello no había por donde cogerlo. Otros cocían una serpiente y le daban a la embarazada a beber el agua para que no tuviera dolores de vientre. Había mucha miseria y muy poca cultura y eso a veces dificultaba las cosas e incluso era un riesgo porque a los niños también se le hacían muchas diabluras.
P: ¿Por ejemplo?
R: Pues, desde las madres que colgaban el resto del ombligo en la chaqueta para que al niño no le tocase hacer la mili fuera de España a los que les daban a chupar una peseta untada en chocolate para que fuesen más inteligentes o les apretaban el pecho para sacarles la leche de brujas y les causaban un infección que había que mandarlos al hospital.
P: También habría momentos buenos.
R: Muchos, la mayoría. Y momentos graciosos. Una vez estaba en Rubián y salgo con el niño al pasillo y me dice el hombre que estaba allí: ¡Qué niño más guapo!. Y yo le dije: Es muy guapo, es clavado a usted. Y me contesta: no lo diga muy alto que yo soy un buen amigo de la familia. ¡Me quedé de piedra!
P: Blanca García fue una de las primeras mujeres de Galicia en dar clases de preparación al parto.
R: Eso dicen. Creo que esos cursos y la educación maternal cambiaron las cosas y prepararon a la mujer para algo que hasta ese momento veía incluso como terrorífico. Cuando una quedaba embarazada no faltaba quien le dijera de eso a la muerte había un paso. Está claro que un parto es algo complicado que implica un sufrimiento, pero si la mujer conoce su cuerpo, si sabe a lo que se enfrenta y sabe cómo comportarse, la cosa es muy distinta y mucho más llevadera. Con los cursos conseguimos normalizar los partos y educar a la mujer para vivir uno de los momentos más importantes de su vida.
P: ¿Qué opina de los nuevos métodos para el parto?
R: Yo siempre apoyé la tecnología pero tampoco me gusta presionar a la mujer. La embarazada tiene que ponerse en la postura que más cómoda le sea, tomarse una infusión si le apetece, levantarse. Hay que pasarlo lo mejor posible y cuando llega el momento más crítico saber un poco a lo que una se enfrenta. En mis 49 años de trabajo ayudé a nacer a unos 3.000 niños y siempre digo que la mejor medicina y el mejor instrumental es un gesto de cariño. Los médicos dicen que no tienen tiempo para eso, pero siempre hay hueco.
P: Blanca García García asistió los partos de cientos de mujeres ¿Cómo fueron los suyos?
R: Me asistió una compañera y todo salió muy bien, en parte porque yo sabía a lo que me enfrentaba y cómo tenía que actuar.
P: ¿Y los de sus hijas?
R: Mis nietas nacieron en el hospital. Yo atendí a mis hijas en casa e intenté que fuesen al hospital cuando era la hora, no antes, para que estuviesen lo más tranquilas posibles.
P: Hace unos días Monforte le rindió un homenaje con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
R: Fue algo muy emotivo. La verdad es que los premios o los homenajes siempre son bien recibidos y más cuando una tiene 18 años escritos al revés. Me acompañaron mis nietas y me encontré con muchas de mis pacientes. Fue muy alegre pero a la vez muy emotivo.
P: Es el premio a su trayectoria.
R: Es cierto que trabajé muchísimo e hicimos muchas cosas. Me hace gracia que hace poco salió en la prensa que las mujeres podrán hacerse una citología en los ambulatorios para aligerar la espera. Eso ya lo hicimos en Monforte Ana Casar, Araceli Río Bimbiela y yo hace muchos años.
Recuerdo un dia que C. dejaba caer con pena que siempre deciamos "mi gine" y nunca "mi matrona" y es porque no estamos acostumbrados a tener el trato continuo con una matrona y que esta sea ademas la que nos atienda en el parto, como por ejemplo ocurre en otros paises. Y ahora he sido consciente de lo triste que es no poder hacerlo asi.
El viernes tuve la ocasion de probar el modelo "alternativo" y me llena de alegria poder decir "mi matrona". Queria deciros que no hay color en el trato y la forma de atenderte de uno y otro.
La revision que tuve con ella fue cercana, amigable, relajada. No me senti una enferma si no alguien que compartia un momento, una etapa especial de su vida con alguien que va a ser muy importante en ella. Me pregunto por como estaba, por mis miedos... trabajamos el lado mas emocional y que mas nos afecta, al menos a mi en el embarazo... y me dio confianza. Se esforzo por conocernos a los dos, a mi y a mi marido, y tratar de tabajar lo que mas nos puede afectar o asustar de cara al parto. Hablamos tambien de alimentacion, de habitos...
Ademas me estuvo tocando la tripa, midiendo el tamaño del utero, viendo la posicion del bebe... Hay una diferencia importante entre ver al bebe a traves de las manos de la matrona y verlo a traves de un monitor en una eco, y sabeis que?, que las ecos son emocionantes, pero me senti mas tranquila con la vision de sus manos. Mi marido me decia que a el le habia impresionado mas esto que las ecos.
Tambien me midio la tension, que es la primera persona que lo hace en el embarazo porque la gine no me lo ha medido nunca y me midio la glucosa en orina. Me dijo que lo haria en todas las visitas y que si no salia nada raro y no tenia ningun problema extra que le hicera sospechar de diabetes, que sin tener antecedentes ni ser obesa, que no veia necesario hacer nada mas. Y que si por algo fuera necesario indagar mas, que ella me dejaria un glucometro y lo mediriamos asi. Como muchas ya conoceis mi opinion sobre el Osullivan, ya os imaginareis lo tranquila que me dejo.
En total, la visita duro 2h! igualito que los escasos 10 min que me dedica la gine...
En fin, solo queria haceros esta reflexion, que ojala que el seguimiento del parto se devuelva a las matronas porque su trabajo y el enfoque que tienen es totalmente diferente al de un gine y al menos desde mi punto de vista, me gusta muchisimo mas.
Un abrazo,
]]>Estimado Doctor,
Ante todo, disculpe, por favor, la osadía de enviarle esta carta, soy una anciana hemipléjica y enferma, esperando, de un día a otro, la muerte y no puedo por menos de comunicarle una experiencia mía, con el deseo de que haga la prueda que le propongo y de que le resulte positiva.
Hace muchos años, exactamente en 1945, tuve que sacar el título de practicante en medicina para poner inyecciones a mi única hija enferma, porque no podía pagar a uno que lo hiciera. Para poder presentarme a examen en la Facultad de Medicina de Madrid, tuve que obtener un certificado de Prácticas de Obstetricia, en la antigua Maternidad Provincial de Madrid.
Yo tenía del Parto una idea muy diferente, porque, cuando iba a nacer mi hermano, mi madre me había explicado el embarazo y el parto, de la manera más verídica y sensata que tal cosa se puede explicar. En la niñez, mi hermana y yo nos divertíamos, viendo parir a la gata, más tarde, ya a punto de cumplir dieciseis años, vi parir a la madrastra, mientras mi padre iba en busca de la comadrona y tanto la gata como la madrastra, parieron sin dar muestras de dolor.
No tuve ocasión de presenciar más partos. Solamente tuve una hija y su nacimiento fue por intervención cesárea a causa de estenosis pélvica, con lo que me quedé sin saber lo que era, realmente un parto y, a consecuencia de mi ignorancia, lo que ví y aprendí en la Maternidad me sumió en una gran confusión y decidí hacerme comadrona para poder estudiar concienzudamente el parto, tratando de descubrir por qué dolía la última fase (únicamente aquella), cuando las demás fases del largo y complicado proceso de la reproducción vivípara son siempre indoloras y también lo son las demás funciones fisiológicas, si se ejecutan por un organismo sano y normal.
Desde 1945 llevo estudiando esta cuestión. Gané, por oposición, una plaza como matrona de la Beneficencia Municipal de Madrid, sin más meta que la de poder estudiar el parto, en toda su profundidad. Viajé, cuanto pude a Congresos y Cursos, con la misma intención y trabajé, como comadrona, no sólo en España, aprendiendo siempre algo de cada parto que asistía o presenciaba, comprobando en la práctica lo que leía en los libros.
En 1955, tuve ocasión de asistir a un curso, en París, sobre la Psicoprofilaxis del Dolor en el Parto, que daban los doctores Lamaze,Velay y Bourrel.
En ese curso se afirmaba que las contracciones uterinas dolían debido a la existencia de un reflejo condicionado negativo que, además del dolor, provoca miedo y resistencia a la función, por parte de la mujer.
Me pareció esta explicación del dolor en el parto mucho más admisible que la bíblica y quise comprobar si era verdad. Yo ya había observado, antes del curso que el talante y la educación de la embarazada tenían una gran influencia en el desarrollo del parto y, desde 1955 empecé a practicar una preparación que consiste en enseñar a las embarazadas en qué consiste el embarazo y el parto, comparándolo con otras funciones fisiológicas, para intentar que la mujer lo admita como lo que, verdaderamente es, así como instruirlas sobre la parte activa y voluntaria que, tanto en el embarazo como en el parto, deben asumir.
Esta preparación fue rechazada, argumentando que el descubridor de la formación, en el córtex cerebral de reflejos condicionados fue un fisiologo ruso a quién le fue concedido, por ello, el premio Nobel en 1904 y que los españoles no querían de los rusos, ni el parto sin dolor.
Yo no sé cuales fueron los verdaderos motivos del rechazo, pero si que me costó tener que salir de España porque me expulsaron de todos los puestos de trabajo en los que había sido asumida "a dedo" que eran todos menos el del Ayuntamiento, cuyo sueldo no bastaba para cubrir mis necesidades.
En cuanto pude, regresé a España e intenté volver a trabajar como matrona, sin poderlo conseguir, más que en la plaza que tenía por oposición, pero en los años de exilio había aprendido idiomas y ello me sirvió para ganarme la vida como secretaria y seguir preparando embarazadas y asistiendo partos, como distracción, sin cobrar nada.
En 1976, en la nueva Maternidad Provincial de Madrid, dotada de todos los adelantos modernos, se celebró un "Cursillo de actualización obstétrica para matronas", en el cual, llena de ilusión, me apresuré a inscribirme y en el que intenté, en vano, hacer razonar a profesores y alumnas de que lo que se intentaba era un disparate, en todos los sentidos.
Tan antiguas como el parto, son la respiración, la digestión y la circulación de la sangre y a nadie, en su sano juicio, se le ocurre "dirigirlas", cuando funcionan normalmente.. De lo que la ciencia médica se ocupa es de reconducirlas a la normalidad, si ésta está alterada.
Durante aquel cursillo me pellizcaba los muslos para cerciorarme de que no era una pesadilla, de que estaba despierta, el doctor Caballero Gordo, a quien había conocido, muchos años atrás en la Maternidad de Mesón de Paredes, estaba presentando el "Parto Dirigido, en sustitución del parto normal" .
Después de aquel curso y hasta la fecha, el "Parto dirigido" se ha impuesto en los hospitales, yo he seguido y sigo, preparando psicológicamente a embarazadas, de las que una exigua minoría, se deciden a dar a luz en sus casas, considerando el parto como una función normal, pero la mayoría tienen miedo, acaban por ir al hospital donde, donde el trabajo que hice, preparándolas, se desploma, como un castillo de naipes. Quisiera que, algún obstetra se atreviera a probar un sistema de asistir partos que me ha dado muy buenos resultados durante muchos años y de los que puedo presentarle testimonios recientes. Consiste en concienciar a la mujer de que el parto es una función fisiológica exenta de peligro, dejar que el parto empiece por sí solo y que se desarrolle a su ritmo, respetando sus fases de descanso, entre períodos, sin impaciencia porque termine.
El único artíficio que yo empleaba en el parto era el estetóscopo de Pinard y éste me bastaba para seguir, con toda eficacia, el desarrollo del parto, sin necesidad de tactos vaginales, muy dolorosos para la mujer y no completamente exentos de peligro.
Aprendí la evolución del parto, en buenos y detallados Tratados de Obstetricia, comprobé que lo que decían era verdad, que en el organismo existe un ritmo, un programa, un proyecto a desarrollar, por una fuerza calculada al milímetro y al segundo y que no hay más que dejarla actuar, que con cualquier intervención, lo único que se consigue es perturbar el ritmo natural de la función. Aprendí que la colocación del feto, imprescindible para su salida, y la dilatación del cérvix, si no se interfiere, suelen ser simultáneas y el estetóscopo me servía no sólo para controlas el ritmo cardiaco del feto, sino también su cambio de posición con respecto al abdomen materno, debido a los movimientos de rotación del feto y al descenso de la presentación a los diversos planos de la pelvis.
Nunca presté atención a las dimensiones de la dilatación cervical, no tienen la importancia que se les suele dar. El verdadero problema en el parto consiste en la adaptación del feto al canal pélvico de la madre, que se suele hacer despacio y felizmente, a menos que la actitud de la parturiente, su miedo, su impaciencia, su falta de confianza en sí misma y en quién la asiste, no desencadene una anormal resistencia que impida el desarrollo de la función.
Nunca tuve necesidad de plantearme si la dilatación estaba completa o no, porque cuando ello ocurre, los signos que lo avisan son tan claros, tan convincentes. entre ellos, la formación del canal blando del parto, que no hay el menor peligro de que la cabeza fetal se desprenda de repente. El parto se efectúa siempre, despacio, lenta y suavemente, tengo la suficiente experiencia como para asegurar que es así.
Quisiera que los obstetras del Siglo XXI, probaran a ver si la mujer, sana e informada es capaz de parir con la misma tranquilidad y eficacia que ejecuta las demás funciones fisiológicas. Por probar nada se pierde, no se trata más que de tener paciencia y confianza en que la Naturaleza es capaz de cumplir su cometido sin necesidad de ser reemplazada y la mujer del Siglo XXI, a la que tanto se la consiente en otros terrenos, merece que se la deje parir, que se la consienta cumplir una función normal porque la creo, verdaderamente capaz de ello. No se trata de volver a tiempos pasados, ya lejanos, ahora la mujer sabe hacer muchas cosas para las que no se la creía capacitada, en el tiempo actual, la mujer debe saber parir, como sabe hacer la digestión sin ayudas.
No quisiera haberle ofendido con esta carta, he dedicado mi vida a estudiar el parto, creo que sé muy bien en qué consiste y este conocimiento mío no quiero llevármelo a la tumba, mientras las mujeres y los fetos sufren una enfermedad artificial, una forma de parir peor de la que la Naturaleza les había preparado.
Consuelo Ruíz Vélez-Frías (España) es Matrona Jubilada de la Beneficencia Municipal. Pionera de la Preparación Psicoprofiláctica del Dolor en el Parto (autora del primer libro publicado en España sobre este tema). Presidenta Honoraria de la Asociación Nacer en casa
]]>Extraido de ZGZ Pro Parto Natural>>
Enlace al Articulo en web original>>
]]>Noticia de eldiariomontañes.es
El primero es que pertenecía a su abuela, Gloria Vega, una matrona que trabajó por y para las mujeres de Camargo durante toda su vida, hasta el punto de meter en el cuerpo el gusanillo de su profesión a su hija y a su nieta, ya que las dos decidieron ser matronas. Y el segundo, además de por su interesante contenido, es que este libro está dedicado a su abuela por la propia autora, por Consuelo Ruiz Vélez, una matrona a la que la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento ha definido como «una mujer de cuerpo pequeño pero corazón inmenso y fuerte» que «siempre enarboló la bandera en defensa de la dignidad, libertad y democracia para las mujeres».
24 horas los 365 días
Por estos dos motivos, Gloria Ana del Llano guarda con mucho cariño este librito que le recuerda que las cosas han cambiado mucho. En la actualidad, un total de 34 matronas son las responsables de las cuatro Áreas de Salud de Cantabria y por tanto del estado de las casi 200.000 mujeres de la región que tienen entre 14 y 65 años.
«Antes se era matrona las 24 horas de los 365 días del año. Era obligatorio vivir en el pueblo y siempre tenían que tenerte localizada», comenta Gloria Ana al hablar de la vida de su abuela. «Recuerdo que cuando iba al cine se sentaba siempre en la misma butaca por si tenían que avisarla de que alguna mujer se había puesto de parto. En aquellos años, la gente tenía seis o siete hijos, así que si no era en una casa era en otra, pero siempre estaban naciendo niños. Mi abuela se movía en moto para llegar a todos sitios a cualquier hora». Gloria Ana habla con devoción de su abuela y de su madre, Gloria Fernández, que ha sido la matrona de El Astillero-Guarnizo durante muchísimos años. «No sé cuándo decidí seguir sus pasos. Imagino que te va quedando un poso de todo lo que ves en casa... Lo que sí recuerdo es que un día vi que había un examen para ser matrona y me apunté».
Obligatorio ser soltera
En el año 1974, Gloria Ana estudió Enfermería en Santander y en 1976, matrona. Recuerda que «era obligatorio ser soltera porque durante la especialidad estábamos internas». En octubre de ese año se fue a trabajar al Hospital de Cruces de Bilbao y en 1978 se trasladó a Gerona. «Allí trabajé de enfermera pero en 1984 volví a Camargo porque se jubilaba Rosario Mancisidor, la matrona que estaba. Yo la sucedí y ahí sigo». Gloria Ana tiene 56 años y a sus espaldas centenares de embarazadas que han buscado en ella a una profesional, a una amiga, a alguien que les diera tranquilidad en plena revolución hormonal.
Cada año pasan por su consulta entre 300 y 400 embarazadas y hay meses, como el pasado mayo, en los que ha tenido que estar pendiente de 40 partos. «Cuando llegué a Camargo en 1984, todas las mujeres querían parir en casa y sin epidural. Ahora, todas quieren ir a la Residencia y casi todas que les pongan la epidural nada más llegar», comenta para explicar cómo han cambiado las cosas.
Mientras Gloria Ana habla, Rosa Vaqué le mira asintiendo. Rosa es santanderina y a sus 42 años tiene una visión muy completa de lo que significa ser matrona y de lo que las mujeres buscan en ellas. Estudió Enfermería en Valdecilla, donde trabajó un año para después irse a Madrid a seguir ejerciendo.
El latido del bebé
Esta vez fue a un centro de salud y recuerda que enfrente de su consulta estaba la de la matrona. «Se llamaba Teresa y cuando una mamá iba a escuchar el latido del corazón de su bebé, me llamaba. Teresa me transmitió la ilusión por esta profesión y decidí estudiar la especialidad». Para ello tuvo que hacer un examen nacional y realizar la residencia en dos años para conseguir ser Enfermera Especialista en Obstetricia y Ginecología. «He trabajado en el Hospital de Leganés, en el paritorio del Hospital de La Paz, en la Fundación Hospital Alcorcón y en un centro de salud de Madrid», recuerda con ilusión. Pero hace seis años y medio, Rosa y su familia decidieron volver a Cantabria. En este tiempo ha seguido siendo matrona de Atención Primaria, es decir, en centros de salud, y ha conocido los de Meruelo, Gama, Castro Urdiales, Colindres y Laredo. Ahora está en el de General Dávila, en Santander. «Las matronas de Atención Primaria somos mayoritariamente 'matronas de área', y la Gerencia nos puede mover en función de las necesidades cuando lo considere oportuno, así que he estado ya en muchos sitios», comenta.
La primera de Meruelo
«En el centro de salud de Meruelo fui la primera matrona que tuvieron las vecinas de Meruelo, Ajo, Noja y Arnuero. De eso hace unos seis años. Antes iban al Hospital de Laredo al seguimiento del embarazo cada mes y antes de ello eran los médicos o los practicantes del pueblo los que atendían los partos», explica Rosa, que ahora, además de ejercer su profesión en Santander, imparte clases en la Unidad Docente de Matronas de Cantabria.
Para Rosa ser matrona es un privilegio y le parece percibir un cambio lento y progresivo en cuanto a la vivencia del parto, con un papel más activo y protagonista de la mujer. Se siente cerca de sus pacientes y sus pacientes agradecen la cercanía y tranquilidad que les transmite. Es el caso de Belén Rodríguez, una mamá que ha dado a luz hace once meses y que todavía no cree haber agradecido suficiente el trato que Rosa le brindó durante su embarazo. «Tu matrona se convierte en tu amiga, en tu hermana, en alguien que te entiende incluso mejor que tu pareja porque sabe por lo que estás pasando. Cada vez que venía a revisión lo hacía nerviosa y siempre pensando que algo podía ir mal, pero Rosa siempre me tranquilizaba, me dejaba oír el latido del bebé y se emocionaba tanto como yo. Creo que las mujeres necesitamos que haya muchas matronas como ella», dice Belén emocionada.
Isabel Egués es otra matrona con gran experiencia. Trabaja en el Centro de Salud de Miera y también lleva Liérganes, La Cavada, San Roque de Riomiera, Mirones y la pedanía de Pámanes. Su vida transcurre entre su consulta y la casa de sus pacientes, porque a diferencia de Gloria Ana, en Camargo, o de Rosa, ahora en Santander, Isabel tiene que hacer visitas domiciliarias. «Muchas de mis pacientes vienen a consulta en el camión de la leche porque no tienen coche ni medio de transporte. La mayoría son mujeres que viven en pueblos pequeñitos y a varias me las he encontrado con la episiotomía (los puntos) abierta, ordeñando a los cinco días de haber parido. Así que ya saben que cuando salen de la Residencia me tienen que llamar para organizarme e ir a verlas. Pero ahora las cosas están cambiando porque la mayoría son gente joven que tienen más información».
Un parto en la consulta
Hace cerca de tres semanas, Isabel tuvo que atender un parto en el Centro de Salud de Miera. «Una mujer llegó en coche gritando y me avisaron porque creían que estaba de parto. Enseguida me puse los guantes y la miré. La llevé a mi consulta, donde tengo una camilla ginecológica, y la atendí con una sabanilla, una funda y el médico me dio unas tijeras y unas pinzas, aunque yo ya había pedido a uno que se quitara los cordones de los zapatos para atar el cordón umbilical. Al final como llegaron las pinzas, los cordones no hicieron falta. No tuve que darle ningún punto, ni interno ni externo. La mujer tuvo allí a su bebé y después se la llevaron a la Residencia».
Al contar esta historia es obligado preguntarle sobre si aquella mujer ha vuelto por allí a darle las gracias. La respuesta es no. «Y la Gerencia tampoco me ha llamado, aunque supongo que ni lo sepa». Pero a Isabel le vuelve la sonrisa al recordar a las mujeres que han vuelto por el centro de salud después de dar a luz en Santander.
El mito del agua caliente
Esta no era la primera vez que tenía que atender un parto de esta manera y comenta que eso que se ve en las películas de que siempre se necesita agua caliente, era una forma de tener a la gente entretenida. «Antes cuando la gente paría en casa siempre había muchas personas. Como la dilatación se prolongaba durante horas, se mandaba a calentar agua porque las cocinas de entonces tardaban mucho en calentar. De esa forma se entretenían y el agua sólo se utilizaba para limpiar al bebé», comenta deshaciendo la leyenda.
Isabel es de Navarra. Estudió Magisterio, después Enfermería en Santander y es matrona desde hace 35 años. Para conseguir especializarse hizo un curso de un año intensivo en el que no tuvo vacaciones. «Empecé a hacer sustituciones privadas en Madrazo pero después pasé al pabellón 8 de Valdecilla, que era el que alquiló la Seguridad Social a la Fundación Valdecilla. Allí había una sala de partos y la de dilatación era un sótano lleno de mujeres gritando. En esta época he llegado a atender 15 partos diarios... Éramos sólo tres matronas para beneficencia, privados, militares con cargo y sin él, segsuridad social...», comenta Isabel mientras recuerda que «la sala de maternidad de aquella época también 'se las traía'. No había ni 'PTs' (registros del corazón del feto y contracciones de la madre), ni nada... Como mucho, si el parto venía mal se hacía una radiografía, pero tenía que ser algo muy excepcional, como ser la mujer de un almirante o venir por privado».
En los pueblos
Además, Isabel recuerda que a finales de los años sesenta, «las matronas llegaron a los pueblos a ocupar las plazas por las que hasta la fecha los médicos o los practicantes cobraban un plus. Ese complemento se les acabó cuando llegamos. Y además, por esas fechas, en 1969 se inauguró la Residencia».
Gloria Ana, la matrona de Camargo, reconoce que «durante muchos años, dependiendo de la zona en la que se viviera, había más o menos privilegios en el seguimiento de los embarazos», y ahora, dependiendo del volumen de trabajo que tengamos, podemos aplicar más o menos el programa para el que estamos preparadas y que abarca desde la adolescencia hasta el climaterio, es decir la atención a las mujeres que llegan a la menopausia».
Tanto Gloria Ana del Llano, como Rosa Vaqué e Isabel Egués reconocen que «nosotras siempre hemos desempeñado un papel importantísimo para las mujeres que vienen a nuestras consultas. Somos conscientes de lo que representamos para ellas y lo que tenemos entre manos. Estamos orgullosas de nuestra profesión».
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“Probablemente la mayoría de vosotros sabéis que Estados Unidos ha sido el primer país en la historia que ha eliminado la profesión de comadrona.
LA ANIQUILACIÓN DE LA MATRONERÍA FUE UN EXPERIMENTO SOCIAL de carácter masivo que, durante un largo período, causó para las mujeres la pérdida de una fuente de conocimiento sobre las capacidades de sus propios cuerpos. Generaciones sucesivas de mujeres norteamericanas no creían que podían dar a luz sin fórceps, analgésicos, hospitales, doctores y episiotomías (…)
Por otra parte, ya nadie creía que la leche materna fuera buena, ya que muy pocos médicos sabían algo sobre la lactancia materna. Siguiendo los consejos de sus médicos, las mujeres muy obedientes, alimentaron a sus hijos con leche de vaca, creyendo que esta alimentación produciría niños más sanos que los niños alimentados con su propia leche (…).
Todos estos cambios radicales sucedieron en el mismo período en que las mujeres norteamericanas obtenían por primera vez el derecho de voto. De hecho la matronería había sido ya destruida en EEUU y Canadá antes de que las feministas se dieran cuenta de cuán importante era una matronería fuerte y autónoma para PROTEGER EL CONOCIMIENTO Y LA SABIDURÍA DE LAS MUJERES en cuánto a su capacidad de parir y amamantar”
Ina May Gaskin, comadrona
El 5 de mayo se celebra el Día Internacional de la Matrona, comadrona, partera, llevadora o los diferentes nombres de una labor tan antigua como la Humanidad, y es una fecha que sirve para recordar el trascendente papel de estas/estos profesionales –también hay hombres- y reivindicar la recuperación de su lugar en el parto que fue reduciéndose paulatinamente hasta desaparecer en el siglo XX en muchos lugares en los que ni siquiera existía formación específica de matronas.
Las matronas tradicionalmente eran consideradas mujeres sabias (sage-femme en francés) porque se trataba de mujeres de más edad y experiencia que ayudaban a otras mujeres a dar a la luz, desde la humildad, el respeto a la madre y el bebé, la intuición, la paciencia, la confianza en la mujer y en la Naturaleza y, por supuesto, con su experiencia acumulada.
Desde el siglo XVII, los médicos comenzaron poco a poco a atender a las parturientas imponiendo sus criterios y usurpando el papel de las comadronas en una desaparición paulatina de sus funciones hasta acabar siendo las meras ayudantes, apéndice del sistema obstétrico que es patriarcal e intervencionista, y eliminadas como profesión en algunos países desarrollados. De hecho, en España en algunas comunidades durante varios años no ha existido la especialidad de matronas.
Los estudios demuestran que los partos atendidos por matronas tienen la misma seguridad, incluso más, que los atendidos por médicos pero con menos intervenciones innecesarias: episiotomía, forceps, cesáreas, … Ellas, en su definición original, saben esperar pacientemente, empatizan más con la mujer y dejan que la Naturaleza siga su curso.
La función original de los médicos era solo intervenir en partos con patología, complicaciones, que son menos del 10% de los casos. Al dedicarse a atender también partos normales, no sólo se apropiaron del trabajo de las comadronas, sino que las formaron a su imagen y semejanza, con lo cual, como dice Michel Odent, cuando la mujer da a luz en un hospital está rodeada por tres hombres: el médico, el marido y la comadrona porque la formación determina completamente el tipo de atención.
“Hay que notar que la comadrona, en las actuales estructuras, forma parte del mundo médico. Ella aplica “la medicina”, que ha rechazado toda una experiencia femenina del nacimiento, de transmisión oral muy antigua, como rechaza lo que la mujer siente instintivamente como bueno para ella”
Dr. Bagros en “La revolución del nacimiento”
El restablecimiento del papel original de las matronas es imprescindible en el proceso de humanización del parto porque las mujeres, incluso informadas y conscientes, no lo pueden hacer solas.
Y en ese proceso están las matronas en la actualidad en muchos países del mundo: unas siguen abducidas por el sistema médico clásico reacio al cambio, otras están despertando -también junto con médicos- y descubriendo que su papel puede ser distinto, y muchas ya han recuperado su antiguo rol como vemos en el cortometraje “MOTHER OF MANY” (Madre de Muchas) dirigido por Emma Lazenby y que ha ganado un premio BAFTA.
“La celebración del Día Internacional de la Matrona es una forma de que las mujeres se unan al carro y luchen junto a los profesionales del sector por una mejor atención, igual que se unieron para tener partos de baja intervención y nosotros les hemos apoyado, así que ahora tendría que ser al contrario, que las mujeres reivindiquen la existencia de matronas en los centros donde no las haya. Es necesario que las mujeres conozcan bien lo que hacen las matronas por ellas”
María de los Ángeles Fernández, presidenta de La Asociación Andaluza de Matronas
Un ejemplo de la movilización de las matronas es el Libro Iniciativa Parto Normal, disponible en pdf, que la Federación de Matronas de España (FAME) elaboró en el 2008, junto con el Observatorio de la Mujer del Ministerio de Sanidad, en el que apuntan la necesidad de reducir la alta tasa de cesáreas innecesarias en España, reivindican que las mujeres de bajo riesgo accedan a partos con mayor libertad de movimientos, respeto de sus tiempos y menos intervenciones de rutina, etc. y remarcan que el parto es un acto fisiológico y normal.
Dicen que España lleva un retraso en estas reivindicaciones de las matronas de unos 20 años respecto a otros países europeos y todavía se viven muchas guerras de poder en los hospitales, pero ya no hay marcha atrás.
La recuperación de las funciones, dignidad-independencia y sabiduría ancestral de las matronas es un hecho lento, pero irreversible y necesario en un mundo mejor.
]]>“Yo sugiero que hagamos el mundo para las generaciones futuras protegiendo el principio básico de las comadronas que creen que el cuerpo de las mujeres ha sido maravillosamente creado para realizar el acto de dar a luz y que enseñemos a las mujeres (y al público en general) cómo el parto institucional tiende a socavar la confianza de las mujeres en sus propias capacidades. Esta será una gran tarea, pero yo creo que es realizable.
na May Gaskin
María Rosa Galán Fernández, «Rosita», acaba de cumplir ochenta años y cuatro meses. Alardea de mente lúcida y corazón fuerte. Más de la mitad de su vida transcurrió de casa en casa, de parto en parto. Durante 47 años cotizó a la Seguridad Social como matrona y hoy se siente orgullosa de haber ayudado a nacer a «miles de niños» de la comarca avilesina. Con apenas diecinueve primaveras terminó sus estudios en Valladolid, realizó prácticas en Oviedo y, hasta los veintitrés, se formó en la Gota de Leche de Gijón «sin cobrar ni un duro». Ya con la edad legal para trabajar, Rosita Galán inauguró con la ayuda de su padre un consultorio en la casa familiar de Piedras Blancas. Trabajaba con su hermano, Pepín el practicante. «No fue un capricho, entonces no había centros de salud», reconoce.
Pero Rosita Galán, inquieta y vital, adoraba a los bebés. «Entonces no había muchas matronas, las que ayudaban a nacer a los niños en los pueblos eran mujeres atrevidas», sentencia. Esta castrillonense llevó la ciencia a las parturientas. Algunos meses llegó a atender más de treinta y cinco nacimientos y, en ocasiones, se le acumulaban los partos en el mismo día. Las madres clamaban por Rosita con cada contracción. Y ella siempre respondía. Nacer en sus manos costaba entonces 66 pesetas. Luego, el precio ascendió. «En la comarca éramos tres matronas, una andaluza, otra que estaba en Arnao pero que generalmente trabajaba como practicante en Asturiana de Zinc y yo», asegura. Rosita Galán ayudó a nacer a payos y a gitanos, en cualquier lugar y con los medios que había en cada hogar. Ni uno más.
«Por aquella época no había coches así que empecé a trabajar yendo a cada casa en bicicleta. Luego compré una moto, una «Lube», y así me desplazaba. En otras ocasiones cogía taxis», dice esta mujer, que más o menos calculaba la fecha de nacimiento de los bebés gracias a las cartillas maternales que recibían las futuras parturientas al quedarse encintas. «Pero cuando llegaba el momento me llamaban a cualquier hora del día y tenía que ir contra viento o mareo a Pillarno, Las Bárzanas... incluso a Soto del Barco o Muros de Nalón», manifiesta esta matrona que con el paso de los años ejerció también en el consultorio de Llano Ponte de Avilés.
Ya en los domicilios de las parturientas, Rosita Galán reconocía a las mujeres. «Si era primeriza y tardaba mucho en dilatar me iba y volvía a las horas, pero una vez en faena lo hacía todo: cortaba, cosía... También tuve veces de quedarme a dormir en casas y más de una vez tuve que pelear contra las pulgas de aquellos camastros de posguerra», cuenta. En casi medio siglo vio nacer a cientos de niños y sólo participó en diez cesáreas. «Ahora se abusa de esta práctica», dice esta mujer, que llegó a utilizar los fórceps (instrumento médico semejante a una tenaza que sirve para sacar al feto) sobre la mesa de una cocina. En este caso, con la ayuda de un médico. «Los hervíamos en una pota, se anestesiaba un poco a la mujer y con aquel aparato rudimentario se ayudaba al niño a venir al mundo», asegura.
Las parturientas estaban en todo momento arropadas por sus familias, más incluso que hoy en día en los hospitales. «Al acto (parto) no entraban porque daba repelús pero la fiesta estaba en la cocina. Allí se reunía la familia con los amigos, los vecinos...», destaca Rosita Galán, que acumula tantas anécdotas como años de servicio a las mamás.
«En una ocasión le robé una sábana a mi madre para hacer la "entremetida", eran otros tiempos. Entonces ni siguiera había cuñas para orinar en la cama, a los críos los atendía durante los cuatro días siguientes al parto hasta que se les caía el cordón umbilical y a las madres hasta que les secaban los puntos», manifiesta Rosita Galán, que en sus años como profesional únicamente vio nacer a cuatro niños muertos. «Más que muertos lo que ocurría por aquel entonces era que muchos morían a los pocos días del parto», subraya.
«La incubadora que se utilizaba en los años más pobres era una manta...», suspira. Rosita Galán reconoce que tuvo «dos sustos»: uno, en Pulide, cuando acudió a un parto a una casa incomunicada por carretera. Otro atragantón fue con una parturienta diabética. «En casos difíciles llamaba al médico. Entonces se guardaban mucho las distancias, a los facultativos se les trataba de usted aunque fuéramos compañeros», añade. Rosita Galán también vio nacer a niños acéfalos (sin parte de la cabeza), con labio leporino... Pero lo que más le enorgullece hoy en día es que por la calle le saluden hombres y mujeres que trajo al mundo. «Mi novio (luego esposo) se llamaba Pedro así que hay en la comarca muchísimos Pedros y muchísimas Rosas por nosotros», dice. Y sonríe.
A Rosita Galán le vienen a la cabeza anécdotas de hombres con una copichuela de más que esperaban el nacimiento de sus retoños más nerviosos que otra cosa. «Otra vez había unos niños viendo dar a luz a su madre, que traía gemelos, y un crío dijo: ¡está cagando rapacinos!», recalca. «En otra ocasión nació un niño con seis dedos y la madre se puso a llorar como una loca: el bebé era fruto de una infidelidad y el padre biológico también tenía un dedo de más en una mano», matiza. Rosita Galán también ríe cuando recuerda paritorios hechos con contraventanas o el nacimiento de niños de ilegales portugueses. «Aunque de la impresión de dura soy muy sentimental», dice. Y apunta: «Por cierto, también asistí partos con velas. Esto ahora está de moda, pero entonces se hacía porque en las casas no había luz».
Rosita Galán podría estar horas relatando sus años como matrona en la comarca avilesina. Pero ahora es además de madre, abuela. Sus nietos ocupan a día de hoy su tiempo y vive pendiente del reloj de los pequeños. «Cosas de la vida, perdí cuatro hijos porque también estuve mucho tiempo haciendo placas en Llano Ponte y por aquel entonces no se tomaban las mismas medidas de seguridad que ahora. Al final Gloria Villanueva nos reemplazó a mí y a Isabel Iglesias Bobes cuando quedamos embarazadas», asegura esta mujer que tardó once años en quedarse encinta. De su matrimonio con Pedro Ricardo Pérez de la Noval nacieron Pedro José y María Rosa, tal vez su mejores partos tras una vida ayudando a los niños de la comarca a nacer como valiente profesional.